Nunca pude olvidar ese momento.
Cansado pero feliz, después de más de 1600 kilómetros en bicicleta para verte.
Desde Milán en dos ruedas para conocerte y, cuando por fin llegué al Mercado, te presentaste vestida de fiesta.
Ropa tradicional de una tradición nunca olvidada, pero tan moderna y organizada.
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Pero quiero confesarte una cosa, aunque no te guste: no me enamoré de ti por tu arquitectura, ni por tus playas, ni por tus museos.
Vengo de un lugar, Calabria, con un mar tan azul y hermosos paisajes, y vengo de un país, Italia, que no tiene nada que envidiar a nadie por arquitectura e historia.
Mucho menos fue un amor a primera vista.
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Me enamoré cuando conocí a tu gente.
Me enamoré de tus colores.
Me enamoré de ese deseo de encontrar el mundo sin dejar de ser ti misma, de ese deseo de mejorarte, de ese deseo de divertirte sin moralismo, pero también con un espíritu de paz absoluta.
Me enamoré de tus sonrisas, de tu forma de ser, tan espontánea, directa y auténtica, de tus fiestas.
Me enamoré de tu seguir siendo humilde y de los ojos enamorados de tu gente que mira su Castillo.
Me enamoré de tus barrios populares tan animados y de tu centro tan acogedor, joven y alegre.
Me enamoré cuando conocí tu amor por la libertad.
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Confieso una cosa más: sin duda es bonito ser un turista en Alicante, pero es mucho mejor vivir contigo.
Tan “pequeña” y sin embargo tan grande.
Hay un mundo aquí en Alicante, pero no te olvidaste quién eres, tu idioma, tu pasado.
La Semana Santa, las Hogueras, Moros y Cristianos, los Reyes, la Santa Faz, San Juan, la Mascleta, los fuegos en la playa: no vi sólo fiesta, no vi sólo turismo, no vi sólo religión, vi el deseo de seguir siendo una comunidad, de seguir unidos.
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A pesar de todo, creo afortunadamente, todavía eres un poco “pagana” en tu manera folclórica de contar tu historia, en tus tradiciones, en tu forma de revivirlas.
Y tal vez éste sea tu secreto: saber cómo mezclar lo antiguo y lo nuevo, lo sagrado y lo profano, la espiritualidad cristiana y la historia romana con tus propios orígenes y tu propia historia. Mil identidades en una identidad única e inconfundible.
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Así que la primera vez que te vi supe que no iba a ser la última.
Por esta razón, espero poder verte pronto de nuevo de esta manera: vestida de fiesta, sonriente, trabajadora; en pocas palabras, tu misma.
Porque no me enamoré de tu apariencia sino de tu alma.
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Emmanuel Raffaele Maraziti
2 risposte a "Alicante, la primera vez que te vi"