Estamos tan desacostumbrados a la libertad que nos cuesta imaginarnos libres. Y nos cuesta imaginar hombres libres. Alain De Benoist es un hombre libre y lo ha confirmado este viernes *, con el motivo de su encuentro con el periodista italiano Gad Lerner en la Fondazione Feltrinelli en Milán.
Presente a pesar de la polémica que ha obligado a los organizadores a posponer el evento en la primera salida, el intelectual francés ha probablemente dejado atónitos a quien, tanto a derecha como a izquierda, es incapaz de ir más allá de las etiquetas y recetas preestablecidas.
Lo ha demostrado “in primis” el mismo Gad Lerner, que ha concluido el encuentro casi con un suspiro de alivio por no haberse encontrado de frente un vulgar neofascista nostálgico. Por otro lado, de la misma manera parecían quedarse asombrados muchos jóvenes de derecha, frecuentemente encadenados en jaulas mentales y ideológicas igualmente peligrosas.
En cambio De Benoist ha obligado a todos a una visita guiada más allá del mundo de los slogans y lo ha hecho, antes de todo, aclarando su total autonomía e independencia respecto a cualquier partido político, definiéndose también como un “conservador de izquierda” o un “socialista orwelliano”.
Por suerte la banalidad no reside en estas partes, ya que intelectuales “de régimen” ya tenemos suficiente.
En una reseña con el objetivo de recalcar (junto con el desarrollo del fenómeno “circunstancial” del populismo) el regreso a una dimensión “vertical” de la política como antes de la Revolución Francesa y, por lo tanto, el fin de la era de la contraposición horizontal entre “derecha” e “izquierda”, el filósofo francés ha regalado perlas de originalidad. Dejando, por ejemplo, con la boca abierta a Lerner, el cual intentaba provocarlo acerca de su elogio de la diversidad: “La diversidad no es desigualdad: creo que todos los ciudadanos son iguales políticamente y estoy en contra de la exclusión, por una sociedad de los ciudadanos”, había explicado.
Para después añadir: “Creo que la diversidad es la riqueza principal de la humanidad y que el peligro más grande que amenaza nuestra cultura es la homologación“.
A partir de la homologación de un multiculturalismo falso: “Viajo mucho – cuenta – y tengo mucho respeto por la cultura de los países que atravieso, por eso me entristece ver cuanto se homologan cada vez más al modelo occidental, americano y del mercado: en el sistema capitalista los pueblos se están convirtiendo en sustituibles”.
La pérdida de las especificidades y, por lo tanto, de las identidades, “mercados financieros que determinan las políticas” de los Estados, “soberanía robada”, la izquierda que ha “olvidado la gran tradición socialista”, pueblos siempre más abrumados por una auténtica oligarquía y, en todo esto, precisamente, la mentira de la convivencia feliz: “El verdadero multiculturalismo es el intercambio de conocimientos entre diferentes culturas. Esta inmigración, en cambio, conlleva una pérdida cultural dramática. No es multiculturalismo, más bien, es regresión cultural”.
Una reflexión que mira a la cuestión identidad e inmigración, partiendo sobre todo de una cuestión concreta: “a qué ritmo y a qué volumen?”.
El problema de la sostenibilidad de la inmigración no es, por tanto, solo económico, sino también cultural, considerando el peligro evidente relacionado al desarrollo de comunidades que se quedan aparte o que incluso se oponen a las indígenas, formando “contra-sociedades” según la definición usada por De Benoist.
En cuanto al populismo, De Benoist ha implícitamente metido en guardia del peligro “demagogia” y ha querido después evidenciar la ausencia de una verdadera ideología populista, de un frente único y también del uso de la palabra “pueblo” con un significado cada vez distinto: a veces refiriéndose al pueblo como “ethnos” (en una dimensión pre-política), a veces como “demos” (en su dimensión política) y a veces, más simplemente, como “plebe”.
En cuanto a Marx, definido “filósofo de la libertad y de la alineación” con un lado “esotérico” y uno “exotérico”, según De Benoist, su internacionalismo es inevitable en relación al internacionalismo capitalista: “Creo profundamente”, ha dicho, “que los trabajadores, los obreros y el proletariado de todos los países se deberían alzar contra la explotación de un capitalismo transnacional que, del mismo modo, no conoce ninguna frontera”.
En conclusión, el invitado de honor del encuentro ha localizado tres retos esenciales para el futuro y, por lo tanto, otros tantos frentes: el ecológico, el financiero y el social. Y además ha dado las coordenadas de un sistema alternativo, partiendo de una recuperada democracia de base, de una participación de carácter identitario y de la necesidad de la lucha social contra el poder de los números y del mercado. Objetivo alcanzable a través de una indispensable (“muchos desafíos no se pueden vencer más solos”) consolidación de nuestro continente entorno a la idea de “una Europa fuerte, contra la idea de lo ilimitado”.
En suma, una Europa libre, independiente y lista para renacer identitaria, popular y anticapitalista.
Emmanuel Raffaele Maraziti
Traduzione: Paula Gallego
* artículo original publicado en italiano el 8 de abril de 2018