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Ya os hemos explicado qué son las Hogueras de Alicante.
Tras las recién concluidas, nos hemos dado cuenta que no sirve de nada.
Porque las Hogueras son la euforia que invade la ciudad, el tiempo que se detiene, la magia que estalla durante la Noche de San Juan.
Las Hogueras son, ante todo, un rito comunitario, popular, auténtico.
Son pura emoción y, para comprenderlas, hay que vivirlas.
Las Damas del Fuego que lloran tras el gesto ancestral de encender el fuego, el baño de agua durante la Nit de la Cremà, la emoción por la Mascletá, el constante ruido de los petardos, el olor a pólvora, los amigos, las “barracas“, los desfiles, los espectaculares “Ninots“, la música y el baile por todas las calles, la fiesta día y noche, a todas las edades.
Son manifestaciones de un sentimiento que va más allá de las palabras.
Después de todo, os hemos hablado del simbolismo de la fiesta pero, como con cualquier símbolo, las explicaciones racionales sobran.
Sólo importan las percepciones y los instintos.
El encanto del fuego, el culto del agua, el encuentro del arte y la destrucción, de la muerte y el renacimiento, son los elementos fundamentales de un momento de verdadera catarsis colectiva.
La ruptura general con la cotidianidad es el indicio de algo que va más allá de lo ordinario.
La fiesta y el rito son como pliegues del tiempo que rompen la rutina.
La inmersión total en la celebración es nuestra contribución a un acto comunitario que es, al mismo tiempo, celebración de la comunidad misma.
Por otro lado, ni siquiera importa por qué celebramos, sólo importa la fiesta como expresión de nuestra energía vital.
La fiesta es sagrada porque, juntos, evocamos esta sacralidad dedicándonos a ella.
Renunciar a las Hogueras por la covid durante dos años fue un mal golpe.
Y por eso tantos se equivocaron al decir “es solo una fiesta, hay cosas más importantes”.
Hay pocas cosas tan importantes como la sacralidad de la Fiesta, del Rito y de la Comunidad.
Emmanuel Raffaele Maraziti



























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